En realidad Bellingham puede hacer los dos papeles en el ‘God save The King’, porque Inglaterra se divide ahora mismo entre los que piensan que es Dios y los que se limitan a señalarlo como el Rey. La selección de Southgate estaba eliminada, con el reloj caminando hacia el quinto de los exagerados seis minutos que había concedido el del silbato cuando Walker la puso en el área con un saque de banda largo para que Guéhi la prolongara y Jude sacara una chilena espectacular por estética y, evidentemente, sentido de la oportunidad. Había nadado para morir en la orilla una Eslovaquia encomiable que en todo caso se había metido ya demasiado atrás y que, absolutamente noqueada, encajó el segundo en cuanto empezó la prórroga. De Kane.

Mucho antes de todo eso, el pelotazo inmediatamente posterior al saque inicial golpeó en la cabeza precisamente del ariete inglés para irse a las manos de Dubravka. Iba a ser, el de Gelsenkirchen, un partido en el que pasaran cosas. Efectivamente, ese accidentado arranque dio paso a un tramo trepidante en el que casi todo pasó por una banda, la derecha inglesa, la izquierda eslovaca, con Hancko omnipresente. Porque tenía que apoyar en ataque al espléndido Haraslin y porque tenía que encargarse en defensa del persistente Saka.

Hubo ocasiones, de los propios Hancko y Haraslin en un lado, de Trippier o Kane en el otro. Hubo tarjetas, hasta cuatro en menos de 20 minutos. Y hubo gol, el que dejó en buen lugar a las otras dos referencias ofensivas del combinado centroeuropeo, Strelec para bajar la pelota, girarse y asistir, Schranz para superar a Pickford en el mano a mano a pesar de que un toque anterior de Guéhi lo hubiera trastabillado. Era, el de verse por detrás en el marcador, un escenario nuevo para la tropa de Southgate en esta Euro.

El seleccionador inglés había insistido en la vieja suerte de repetir todo el equipo con el compañero de Rice en el doble pivote como excepción que confirma la regla. Si ante Eslovenia había tirado de Gallagher, ante Eslovaquia dio carrete a Mainoo. No era la peor versión inglesa del torneo, de hecho se manejaba la posesión, pero es que enfrente había rival. Afectó el gol, además, de modo que durante un buen rato se tranquilizó por fin el partido. Justo hasta que en el límite del entreacto el propio Mainoo condujo y disparó para iniciar una sucesión de saques de esquina que se quedaron en eso.

Amaneció el segundo tiempo con susto para Eslovaquia. Kane hizo acto de presencia para abrir a Trippier, que a su vez se la puso a Foden para el empate. Andaba el del City dedicando la diana a su hijo recién nacido cuando la tecnología descubrió una posición antirreglamentaria evidente. Así que el pequeño se quedó sin su gol, que era el del empate para Inglaterra. El ariete del Bayern volvió a las andadas inmediatamente después para crear otra ocasión… que fue el prólogo de la que tuvo Strelec para el 0-2.

El fútbol es cuestión de centímetros. Stones no se enteró de que su equipo había botado una falta y el punta se la encontró en mediocampo con Pickford fuera de la portería. La pegó con el interior para que se fuera abriendo en un recorrido angustioso por el que se marcharon buena parte de las opciones eslovacas: efectivamente, no cogió puerta. A partir de ahí fue un acoso y derribo en el que Rice topó con el palo, en el que Palmer tuvo minutos y en el que los cambios perjudicaron al combinado de Calzona. El resto lo puso Bellingham a mayor gloria de su seleccionador, que prescindió de los goleadores durante el tiempo extra. Ahí está el tipo, en cuartos.